Genealogías de Fontanarejo

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Chanchullos y una vara de Alcalde

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Os voy a relatar lo acontecido en Fontanarejo los días 1 y 2 de enero de 1791. Sólo es una muestra de la importancia de los símbolos en el Antiguo Régimen, además de indicarnos que los chanchullos  no son sólo cosa de hoy.

Permitidme que lo haga de una manera novelada, aunque todos los datos y situaciones que se dan son totalmente ciertos.


El día 15 de diciembre de 1790, como cada año en el mismo mes, el Fiel del Juzgado de la Ciudad de Toledo había elegido a las Justicias que debían servir en Fontanarejo para el año siguiente de 1791. En está ocasión se eligió por Alcaldes a Roque González y Francisco García. Sólo unos días después, el 23 de diciembre, Manuel García Roldán, vecino de Miguelturra, presentó su postura para la subasta del abasto de vino para el año siguiente por la cantidad de 1000 reales.
 
En la mañana del día primero de enero de 1791 las campanas de la Iglesia de Fontanarejo dieron los toques oportunos que anunciaban que se iba a efectuar una reunión del Concejo. Poco a poco, los Justicias, que llevaban en su cargo desde el año anterior, se fueron sentando en los bancos que habían sido colocados bajo los portales del Pósito, mientras la mayoría de los vecinos empezaron a rodearles para escuchar lo que se iba a decir.

Misteriosamente estaba ausente del pueblo uno de los dos Alcaldes, Julián Reyes Arcos. Sentado en su mesa, el escribano Francisco de Ochoa tomó la palabra para anunciar que se iba a proceder al remate de la subasta de la taberna del vino. Un murmullo se empezó a propagar entre los asistentes. Manuel Pérez gritó "antes tenéis que darles la vara a los que han sido elegidos". Entonces empezaron a gritar todos: Pablo y Antonio Díaz, Eugenio Martín, Tomás Fernández, Juan Carretero, Blas Domínguez, Manuel y Francisco Fernández, Cesareo Gómez, Domingo Alcaide, y con ellos la mayoría de los vecinos. Todos pedían que se produjera el relevo de los Justicias del año pasado.

Tomó la palabra el Alcalde Eugenio Domínguez diciendo que como el otro Alcalde, Reyes, no estaba, no podía efectuarse el relevo. Entonces los gritos e insultos subieron de tono, el Alguacil nada podía hacer para contener a los vecinos enfurecidos.

Entonces Eugenio, asustado, se levantó y le dio su vara a Francisco García, uno de los elegidos para nuevo Alcalde. Ya más calmados los ánimos, también le tomó juramento a Miguel Salgado, que lo había sido para Regidor, pero no podía dárselo a Roque González por que como Reyes no estaba, no tenía su vara.

Los cesados se fueron entre el barullo, mientras los nuevos Justicias se sentaban en los bancos. Entonces procedieron a rematar la subasta. Fue anunciada hasta tres veces, y como no se presentó mejor postor, tuvieron que darle el abasto a Manuel Roldán.
 
A la mañana siguiente se volvieron a reunir y continuaron discutiendo sobre el caso, necesitaban la vara para que el nuevo Alcalde tomara posesión. Al final se tomó la decisión de ir a buscar la vara para dársela a su nuevo propietario. Mateo y Tomás Arcos, como eran familiares de Reyes, protestaron, pero prevaleció la voz de la mayoría.

A la mañana siguiente Domingo Fernández, que había sido elegido Alguacil el día anterior, llamó a la puerta de la casa de Julián Reyes. Le abrió Hipólita Díaz, su mujer. El Alguacil comenzó a explicarle que quería que le entregara la vara, pero Hipólita empezó a gritar y a empujarle diciendo "ahí está tomada", tras lo cual cerró la puerta. El Alguacil se quedó plantado ante la puerta dudando si su nuevo cargo le autorizaba a usar la fuerza. Finalmente decidió regresar a las puertas del pósito, donde le esperaban ansiosos los miembros del Concejo. Al contarles lo sucedido le recriminaron su actitud poco firme. Le dijeron que volviera, pero esta vez le acompañaron Domingo Alcaide, Mateo Arcos y José de la Iglesia. Estos como parientes suyos, estuvieron largo rato intentando convencer a Hipólita para que les diese la vara y así evitar males mayores. Al fin, Hipólita accedió, entro en su casa y volvió con la vara en las manos.

Los cuatro hombres regresaron apresuradamente a la plaza y le entregaron la vara al Alcalde Francisco García. Este, con toda la solemnidad, se dirigió hacia Roque González mientras el escribano decía "Juras ejercer bien y fielmente tu empleo de Alcalde", Roque lo juro y por fin la discutida vara pasó a sus manos.

Pablo Yangues y Eugenio Domínguez, Regidor y Alcalde del anterior Concejo, levantaron la voz y amenazaron con que el Tribunal de Toledo desharía todo lo hecho. Pero nada pasó, y Roque González lució orgulloso su vara de Alcalde todo ese año de 1791.

¿Que explicación le podemos dar a este suceso? Pues da la impresión de que Eugenio Domínguez y Pablo Yangues tendrían algún trato para dar el abasto del vino a Manuel Roldán, por lo que querían hacerlo antes de ser sustituidos. Julián Reyes enterado del chanchullo, seguramente prefirió quitarse de en medio, pero con su ausencia ocasionó el incidente de la dichosa vara.
 
David Fernández Infante
 
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